Tarde de viernes, chispea. Un nombre surge de la ventana del segundo, al que le sigue la voz dueña del mismo con un ¡ya voy! mas fuerte aún. Abajo, en el patio, la portera coloca las palanganas para recoger el agua. De nuevo la voz que surge y nuevamente es respondida, esta vez con un joé añadido. La portera en extraño dialecto porteño sisea misi misi misi mientras sostiene en su mano un manojillo de jureles . Asomándose a las tejas, de cuyos bordes comienzan a caer gotas de agua, un par de felinos parecen entender aquel dialecto. Con más silencio que el silencio y saltándose todas las leyes físicas, descienden los cuatro pisos tan rápidos que sus sombras quedaron atrapada entre los cordeles de donde la ropa tendía. Unas manos comienzan con elegante destreza a coger los palillos y las prendas al mismo tiempo. La voz que no cesaba cesa. Durante unos instantes el ayer y el hoy cruzan sus miradas sobre la ciudad mientras la Farola continúa diciendo su nombre . . . _ en morse cada veinte segundos. Escampa, hora de salir y conocerla.
5 settimane fa
3 commenti:
Me gustan esas mañanas. Esas casas con vecinos y gatos romanos...
Que te llamen desde el balcón para no ir, alguien se preocupa de gritar tu nombre.
La rapidez con la que se recogen las sábanas blancas para no espantar a los nublarrones cargados de lluvia.
Y me quedaría ahí empadada, con una estúpida sonrisa viendo como se resbala la cal por la fachada.
Menuda forma de juntar palabras!^^
Besos
Esto me gusta a mí!
Un abrazooo!!
"tan rápidos que sus sombras quedaron atrapada entre los cordeles de donde la ropa tendía"
Mañanas así hay muchas en esta tierra...pena que la lluvia no acompañe algunas más..
Besines!
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